
El comercio de proximidad como factor de sostenibilidad urbana
En las políticas urbanas, pero también en el día a día habitual de la gente, se escucha hablar del comercio de proximidad como el lugar donde se hacen las compras regulares. Este tipo de comercios identitarios juegan un papel clave como vertebradores de las economías locales y del tejido social. Como puede pasar con otros usos del suelo, como por ejemplo el residencial, en el contexto actual también están sujetos a presiones y transformaciones radicales.
A lo largo del pasado, con el proyecto de «Transformació del paisatge urbà i les activitats socioeconòmiques en plantes baixes d’espais identitaris de Barcelona», y el presente año con un nuevo proyecto que recién comenzamos, hemos investigado cómo se producen estos cambios, cuál es el papel que tienen las políticas públicas en su protección o retroceso, qué los amenaza o cómo se relacionan con el tejido social en el que se incluyen.
¿Comercio cotidiano, tradicional, de barrio, km0…?
En primer lugar, es necesario aclarar algunos aspectos ya que a menudo se utilizan indistintamente dando lugar a confusiones. Un aspecto fundamental es el tipo de producto que venden este tipo de comercios. Cuando estudiamos la presencia de las actividades comerciales de uso cotidiano, nos referimos al comercio que las personas utilizamos casi diariamente y, por tanto, es importante que se encuentren a una distancia próxima de nuestras residencias. Estas actividades incluyen alimentación pero también otras como las de medicamentos y productos farmacéuticos.
A menudo, estos comercios se abastecen de productores locales o próximos, como agricultores y ganaderos de la propia localidad, de manera que sus productos tienen un impacto ecológico por el transporte nulo o casi nulo (de kilómetro cero). Además, dependiendo de cómo haya sido el proceso de producción (producto de temporada, libre de pesticidas, …) existen etiquetados de comercio ecológico. Una opción para acceder a este tipo de productos es la formación de grupos de consumo agroecológico donde, dentro de los comercios o por contacto directo con los productores, consumidores se agrupan de manera cooperativa para hacer demandas conjuntas de productos de temporada.
Muchos de estos comercios, pero también los de otras tipologías de productos, como las tiendas de textil y ropa, pueden estar regentados por familias residentes y tener una larga trayectoria convirtiéndolos en patrimonio inmaterial, testimonio de una forma de producir y relacionarse. Este tipo de comercio tradicional que ayuda a conformar la identidad, suele estar vinculado al tejido social y a veces se agrupa con otros comercios y actividades económicas de la zona para promover actividades en el espacio público o participar en las festividades locales.
En el tejido urbano, la existencia de los comercios cotidianos próxima a las viviendas de las vecinas y vecinos, por ejemplo en las plantas bajas de los edificios, es fundamental para reducir los desplazamientos para hacer las compras y con ello reducir las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a estas, pues los desplazamientos se realizan a pie fomentando una forma de vida más saludable. Por el contrario, cuando este tipo de comercios escasea o cuando la ciudad está organizada en funciones muy diferenciadas donde los usos residenciales están separados de los comerciales o de los productivos, nos tenemos que desplazar durante más tiempo para hacer las compras o a mayores distancias, suponiendo una mayor carga en las tareas reproductivas y resultando un mayor peso de trabajo o dificultad para personas con problemas de movilidad o para aquellas que se encargan del cuidado de otras como los niños y niñas, personas dependientes, mayores…
Aunque el concepto de unidad mínima de tejido urbano y comunidad tiene una larga trayectoria de discusión, vease por ejemplo la obra de Jane Jacobs Muerte y vida cde las grandes ciudades, en los últimos años la planificación urbana de algunas ciudades, como la ciudad de los quince minutos en París, los veinte minutos de Portland o en Barcelona a partir del Manifesto por la reorganización dela ciudad tras el COVID-19, se está abogando por un modelo de ciudad más ecológico en el que el acceso a las necesidades básicas y servicios públicos, como el comercio básico, los servicios de salud, de educación, etc, sean de proximidad para totas las personas y no dependa de largas movilidades o del vehículo privado.
Locales en la calle Sant Pere Més Baix de Barcelona, ARBE fotografía (2021).
¿Pero, cómo estudiamos el acceso al comercio de proximidad?
Para poder identificar estas possibles dificultades y deducir si existen desigualdades entre los territorios, podemos mapear donde están los comercios de nuestro entorno. Por ejemplo, en los «Estudios básicos del Casco Antiguo de Tudela» que realizamos en colaboración con Javier Espinosa Ochoa, localizamos la existencia en el barrio de los comercios cotidianos para después calcular la superficie del barrio con una accesibilidad mínima a estos. Esta accesibilidad estaba basada en dos aspectos clave: por un lado, la distancia o el tiempo para llegar al comercio (300 metros o menos de 5 minutos andando) y por otro lado, la presencia de una diversidad suficiente de este tipo de actividades comerciales (en este caso seis o más para la mayoría de las personas residentes).
La cuestión de la diversidad de tipologías, frente a la compra en una única superficie, es un aspecto clave porque se relaciona con otras funciones que cumplen los comercios que adelantabamos antes. Los comercios, así como otras actividades económicas del tejido urbano en planta baja con escaparates exteriories, se convierten en prolongaciones del espacio público, de las calles y plazas, donde las personas además de comprar bienes para su bienestar y satisfacción de necesidades básicas, se encuentran, conversan, se relacionan, en definitiva socializan.
Además, cuando están arraigados al barrio sirven como puntos de articulación del tejido vecinal y en ellos se estimulan las redes de apoyo mutuo. Dependiendo de su equipación una persona también puede pararse a descansar apoyándose en los bordillos de sus escaparates, sus toldos dan cobijo o sombra cuando llueve o hace sol intenso, se colocan en sus puertas anuncios de actividades del barrio, etc… Que haya diversidad de comercios próximos fomenta que la gente recorra las calles en sus compras y haya más vida en el barrio.